«Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?«.
~2 Corintios 13:5

Si hablamos con su esposa, o preguntamos a sus hijos, o inquirimos con sus vecinos, o interrogamos a sus padres, o dialogamos con su jefe, o nos sentamos con sus maestros, o conversamos con su pastor, o nos informamos con sus amigos, ¿qué se dirá de usted? ¿Es usted una persona íntegra? ¿Es usted la misma persona en todo momento y lugar, o carga con usted el traje de la hipocresía para usarlo cuando así lo requiera?

Si revisamos su historial de navegación, o investigamos sus movimientos financieros, o vemos su tiempo de uso del celular, o revisamos las cámaras de la ciudad mientras conduce, o examinamos sus hábitos, ¿qué encontraremos? ¿La luz de un cristiano o las tinieblas de un impío? ¿Qué dice su conciencia? ¿Qué hay en su mente? ¿Cuáles son los afectos de su corazón?

¿Quién es usted, amigo mío? ¿Quién es usted? En la superficialidad alguien podría llamarlo ‘hermano’, ¿pero en la verdad Dios lo llama ‘hijo’? Dios no puede ser engañado. El corazón no puede ser ocultado de los ojos de Jesucristo. El Espíritu discierne todos los pensamientos de los hombres. Mentir al prójimo es relativamente fácil, pero mentir a Dios es imposible. Por tanto, repito la pregunta, ¿quién es usted? No pregunto quién es solamente cuando todos los ojos lo miran o cuando está sobre un púlpito o cuando está bajo la evidente luz de la examinación externa, preguntó quién es usted en verdad, en lo profundo de su corazón, en la intimidad de su vida, en la soledad de sus días, en la cotidianidad de su existencia. ¿Es usted de Cristo? No se apresure a decir un ‘sí’ cuando su vida refleja un ‘no’. ¿Es usted de Cristo o se cree usted de Cristo meramente?

Amigo mío, no se equivoque. Todo lo que el hombre siembra, eso recogerá. Da igual si lo siembra a escondidas o con disfraces. Lo oculto saldrá a la luz en algún momento. El Señor que habló tanto contra los hipócritas cuando estuvo en la tierra, no les permitirá habitar el cielo. Nuestro Señor quiere que Sus hijos se caractericen por la transparencia e integridad de sus vidas, y yo le pregunto: ¿es su vida tan transparente y su conducta tan íntegra que, sin esperar perfección, pero sí fidelidad, podemos mirarle y encontrarle en guerra con Satanás, en oposición al pecado, en paz con su conciencia y con los hombres? ¿Podemos ver a Cristo en usted, al Espíritu morando en su corazón y al Padre agradado con su vida? Amigo mío, por favor, pregúntese seriamente quién es usted, y no esté contento hasta que la certera convicción de su regeneración esté sobre su corazón. No la dé por sentado si su mente, boca y vida manifiestan, más bien, las obras de Ares, Eros o Baco, y no la de Jehová. Recuerde: Dios quiere que Sus hijos se caractericen por la transparencia y la integridad.