Una útil ilustración

Preparar una buena comida requiere, además de los alimentos que se deben emplear, el uso de diversos instrumentos y objetos útiles para lograr este fin. En algunos casos serán ollas, en otros sartenes; se usarán cucharas, tenedores, cuchillos, espátulas, pocillos, platos, varios tipos de recipientes, y muchos otros elementos aptos para ser utilizados en la preparación de la comida deseada. Cada uno de estos instrumentos se usa por razones particulares de su constitución: cada cual tiene su función específica.

En algunos momentos será mejor usar algo de plástico y en otros algo de madera; en algunos es más útil la cerámica y en otros lo es el acero o el vidrio. No todos los elementos de la cocina sirven de la misma forma, por más que sean útiles en el mismo fin. Pero quienes hemos elaborado alimentos, o al menos lavado loza alguna vez, podemos estar de acuerdo en esto: que aunque todos los elementos sean diferentes, y cumplan funciones diferentes, en algo son plenamente similares: después de ser usados, necesitan ser limpiados y lavados a fin de que puedan volver a ser de utilidad después.

Esto es algo de nuestra cotidianidad: la loza. Algunas mujeres dicen que la cocina es desagradecida, porque en un momento está todo lavado y al otro vuelven a haber elementos que lavar: pero eso es así porque debemos usar constantemente estos elementos. Todos hemos tenido algún contacto con esto. Y pienso que ilustra muy bien una parte de nuestro servicio al Señor.

Si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra»
2 Timoteo 2:21

Llamados al servicio de nuestro Señor

Todos nosotros hemos sido llamados a servir al Señor, después de haber confiado en Él. La inactividad no es el camino de la vida cristiana, sino el servicio diligente. Tal como los elementos de la cocina, todos tenemos dones y habilidades diferentes que en manos del Señor de la casa son útiles para funciones específicas y particulares.

La licuadora no se usa para asar carne, sino el sartén o la parrilla; y un cuchillo no sirve para tomar sopa, sino la cuchara. Asimismo, tu presencia en la casa del Señor no es inútil: eres un vaso de honra, y el Señor te ha provisto de alguna gracia, aunque sea de un talento, para que generes intereses y frutos para Él: no esté en ti el enterrarlo en la tierra de la indiferencia, el desagradecimiento y la pereza; no esté en ti el reprochar, con una conducta negligente, en lugar en el que el Señor te ha puesto en Su casa.

Requisito importante para servir al Señor

Pero algo es cierto: cada instrumento usado necesita ser lavado. Y este proceso debe repetirse cada vez que este presta su servicio. Un hombre aseado y pulcro no comerá cereal en el mismo plato sin lavar en el que ayer comió su sopa: el plato sigue siendo plato, pero necesita ser limpiado para volver a prestar su servicio. Así pasa también con nosotros.

Cada vez que servimos al Señor debemos regresar pronto a Él: es usual que queden pedazos de orgullo pegados en nuestras manos, u olores de un extraño desánimo se impregnen a nosotros. Esto debe ser lavado con el agua de la Palabra y el Espíritu en oración: una cocina limpia es agradable, y un corazón continuamente humillado siempre verá el rostro del Señor y «será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra».

Si deseamos servir en y para el Reino del Señor, debemos vivir limpios.

Él no usará instrumentos sucios de ninguna forma: esto no se corresponde con Su santidad. Dios es purísimo, infinitamente pulcro, y perfectamente excelso: y a menos que vayas a Él cada vez que Le sirvas, a fin de que tu corazón sea cuidado y preservado por Su gracia purificadora, no será mucho más el tiempo de tu utilidad.

Después de cierto tiempo, hay olores y texturas que se adhieren definitivamente en algunos objetos, haciendo imposible su uso de nuevo: quizás no pareciera así al principio, pero poco a poco sucede, y el instrumento debe ser desechado.

Que este no sea el caso de tu corazón respecto de algún pecado que afecta tu servicio a Cristo. Corre pronto al Señor tras servirle, y deja que Él fortalezca tu fe que suele menguar después de la prueba, que reintegre tu poder que suele disminuir tras servir, y limpie tu corazón constantemente que es tan propenso a ensuciarse con pensamientos contrarios a la santidad divina.

Si das por sentado que Dios siempre te usará, a pesar de que estés o no limpio, solo porque tienes en muy alta consideración tus dones, encontrarás como Su santidad preferirá siempre un servidor menos, que un servidor sucio.