Devocionales cristianos diarios Semana #28
Sermones predicados el domingo 10 de julio del 2022, Día del Señor
Sermón evangelístico
Título del sermón: Enfermos del corazón
Isaías 1:5b
Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente
Lunes 11 de julio
El Señor ha utilizado la enfermedad, y la enfermedad en su estado más avanzado, para describir la condición espiritual de nuestros corazones. ¡Y vaya figura más exacta para explicar la condición de la raza humana! Él no excluye a nadie de esa metáfora. «Toda cabeza… todo corazón». Allí incluye al más pequeño hasta a aquel que tiene la edad más avanzada; al rico y al pobre; al que goza de salud corporal como al que tiene algún quebranto de salud; al hombre y a la mujer; todos estamos enfermos del corazón. Y sentimos tanto la enfermedad como sus síntomas, en mayor o menor medida: «Enferma… doliente»; es decir, no sólo todos estamos enfermos de pecado, sino que dicha enfermedad nos ha llenado de angustias, dolores y sinsabores. La enfermedad, que todos hemos sentido de alguna forma, es una ilustración muy precisa de nuestra condición espiritual.
Martes 12 de julio
Esta enfermedad llamada pecado reside en el corazón humano, es decir, en la esencia misma de lo que somos. No es una enfermedad que afecte una pequeña parte de nuestro ser o un órgano no vital de nuestra alma: radica en el centro mismo de lo que somos. «Cabeza… corazón». El pecado afectó, infectó, enfermó la fuente misma de nuestra existencia. Si nuestro cerebro falla, todo nuestro cuerpo lo hace; si nuestro corazón falla, todo nuestro cuerpo lo hace. Y el Señor aquí nos muestra que toda mente y todo corazón a nivel espiritual están enfermos. La necedad se ha apoderado de nuestra mente, y la rebeldía es ahora lo que domina el corazón. El estado natural del ser humano es uno de perversidad: es desde nosotros, desde el fondo de nuestro ser, desde donde procede todo mal, todo engaño, todo pecado. La raíz del problema está bien arraigada en la esencia de nuestra vida, en el núcleo de nuestra existencia.
Miércoles 13 de julio
La enfermedad del pecado nos ha afectado, no solamente a todos y no solamente en lo más profundo de nuestra existencia, sino también de manera plena: todo cuanto somos está enfermo. Mentes entenebrecidas, corazones adoloridos, conciencias endurecidas, espíritus fríos y voluntades inclinadas a todo mal; todo en nosotros carece naturalmente de salud. «Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga». De hecho, todo nuestro ser está en un estado muy avanzado de enfermedad espiritual, y aunque busquemos remedios en múltiples pecados e ídolos (como la lujuria, el hurto, las riquezas y la fama), todos son médicos nulos. Tal y como la mujer que sufría del flujo de sangre, hemos sufrido en manos de estos doctores mentirosos, y hemos gastado nuestras vidas dándonos a ellos, pero nada ha aprovechado, antes nos ha ido peor: el pecado hiere, e hiere de muerte, en medio de sus engaños.
Tal es nuestro estado, que el Señor nos declara desahuciados en lo que respecta a toda fuerza de voluntad o ayuda humana: “No hay medicina para tu quebradura; tu herida es incurable” (Nahúm 3:19). Esta enfermedad espiritual, llamada pecado, que nos tiene tan seriamente contaminados y afectados, requiere de un remedio que supera nuestros medios y capacidad.
Jueves 14 de julio
De que estamos enfermos de pecado no debería ya haber duda alguna; que nuestra naturaleza está sumida en la maldad, y poseemos un corazón engañoso no debería estar en debate. Y, entonces, ¿qué? ¿Estamos destinados a morir por causa de nuestra triste y lamentable condición? En principio, sí, porque la consecuencia de la enfermedad del pecado es la muerte. No obstante, hay esperanza, una única esperanza: Jesucristo, Dios hombre. Él descendió del cielo, vivió en plena perfección sin infectarse del pecado, murió llevando sobre Sí nuestras enfermedades espirituales y resucitó venciendo todo nuestro mal. ¡Él es la cura, la medicina y el remedio celestial para nuestras almas! Si tan solo lo tomamos por medio de la fe; si tan solo es una fe sinceramente arrepentida. Él vino a sanar a los enfermos y no a los sanos: primero, porque no hay sanos; segundo, porque esa es la labor de un médico. Y Él es el Médico por excelencia, el Médico del alma, el Médico de Dios, ante cuya obra ninguna enfermedad pecaminosa es imposible de sanar. No se contenten con saber que están enfermos de corazón: eso no les salvará; acudan en fe y arrepentimiento a Jesucristo para que Él les sane y alivie. No habrá demoras, no habrá rechazos: un corazón humillado será admitido, será sanado.
Viernes 15 de julio
La Escritura nos muestra que esta enfermedad del pecado es tanto una condición heredada por ser descendientes de Adán y Eva, como también un estado voluntario: nosotros mismos decidimos estar y permanecer enfermos espiritualmente. Por absurdo que parezca, así nos entonta el pecado. De ahí que la pregunta de Cristo sea: «¿Quieres ser sano?». Si usted lo quiere, como forma de evidenciar fe verdadera, entonces Él le sanará. Cristo sanó toda enfermedad corporal en Su tiempo sobre la tierra, y puede sanar toda enfermedad espiritual desde Su Trono en el cielo. Pero la promesa de sanidad se da en un contexto de fe: «Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra»; así como la advertencia de desahucio se da en un contexto de incredulidad: «si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada”.
¿Quiere usted ser sano del pecado? Entonces clame a Cristo con sinceridad, con prontitud, con arrepentimiento, y Él le escuchará y amorosamente le sanará. Porque Él vino a sanar al que estaba enfermo, y a aliviar al adolorido; porque solo “Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias» (Salmo 103:3).
Sermón de enseñanza
Título del sermón: Vivir para Cristo traerá consecuencias
Filipenses 1:29
Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en Él, sino también que padezcáis por Él
Lunes 11 de julio
La fe y el gozo son virtudes cristianas que hacen parte del fruto del Espíritu Santo que todo creyente deberá cultivar durante su caminar en Cristo. Este ejercicio siempre debe ser en la gracia, siendo constantes, diligentes, esforzados y valientes. El gozo de la fe no sólo será provechoso para nuestras vidas, sino que también se convertirá en una portentosa ancla para nuestro crecimiento cristiano. Si no hay fe para creerle a Dios, no habrá avance espiritual, y si no tenemos gozo en medio de este proceso será mucho más agobiante y difícil poder llevar a cabo este deber. Es menester meditar en esto porque tanto el gozo como la fe tienen como único fundamento la obra redentora de Aquel por quien debemos vivir.
Martes 12 de julio
Pablo tenía un ardiente deseo por ser libertado. Este deseo estaba arraigado en su corazón porque él sabía que su confianza estaba en el Dios soberano que podía sacarlo de la cárcel. Pero además de dejarles saber esto, tenía en mente instruirles en dos cuestiones importantes:
1. Enseñarles que la comunión entre creyentes es esencial para el crecimiento espiritual, y vital para poder hacer frente a las consecuencias que vendrán por vivir para Cristo.
2. Enseñarles que debemos tener una alta estima por la iglesia (‘Gracia Redentora’) en la que nos congregamos.
Así que, como Pablo quería que abundará la gloria de los hermanos en él, también así debe ser nuestro anhelo entre los que hacemos parte de una iglesia de Cristo.
¡Qué el Señor nos conceda más amor por Su iglesia, y una mayor comunión!
Miércoles 13 de julio
Sabemos que Dios es el que salva; sabemos también que Dios usa instrumentos humanos para que proclamen el mensaje del Evangelio que es el único medio de salvación dado por Él. Pero lo que muy poco sabemos es que nuestro comportamiento debe ser digno del Evangelio de Cristo. “El evangelio tiene su gran influencia cuando la vida de los creyentes habla favorablemente de él, y lo vivimos con una especial responsabilidad”, dijo alguien de manera acertada. Así que, como creyentes, debemos primeramente ser ciudadanos del Reino de los Cielos para luego brillar como ciudadanos en medio de este mundo oscuro. La ayuda para todo lo anterior es que procuremos estar firmes y unánimes por la fe del Evangelio que como iglesia siempre estaremos proclamando.
Jueves 07 de julio
Durante siglos el cristianismo bíblico ha tenido opositores. La voces de los hermanos del pasado nos dejan saber que por haber sido fieles a Cristo hubo consecuencias realmente fuertes. La Iglesia hoy en día no es ajena a seguir recibiendo ataques e intimidaciones siempre y cuando esta le sea fiel al Señor. De hecho, cada vez que como iglesia procuramos ser más obedientes al Señor recibiremos más oposición a la causa. Sin embargo, entre todas las promesas que tenemos para estar animados, tenemos una que olvidamos, y es esta: “que en nada debemos estar intimidados por los que se oponen porque para estos ciertamente habrá juicio como indicio de perdición, pero para nosotros -por ser fieles a cristo– tendremos seguridad de salvación; y esto de Dios”. ¡Qué todo verdadero creyente sea un valiente en el Señor!
Viernes 15 de julio
Se nos ha dado la fe como don para creer en Cristo y así gozar de la salvación. Esto es un privilegio para todo creyente porque es un don inmerecido. Hubo perdón de pecados, paz en nuestra conciencia, esperanza de vida eterna y, sobre todo, certeza de saber que Cristo, cual amigo fiel, nos consuela en la prueba y aflicción. Por otro lado, no meditamos tanto en que también se nos ha concedido a casusa de Cristo padecer por Él. Así como es un privilegio haber recibido del don de la fe para creer, así también es un privilegio entender que el padecer por Cristo lo es. Tener en mente esta verdad hará que podamos estar no solamente preparados ante las consecuencias por nuestra fidelidad a Cristo, sino que también comprendamos que cuando padezcamos por Él tendremos el privilegio de asemejarnos más a Él, afirmarnos más en la fe, crecer en nuestro compromiso de servirle y además saber que recibiremos la corona de honra dada por Él.

Ánderson Cardona Bonilla, miembro fundador de la Iglesia Bautista Gracia Redentora de la ciudad de Pereira. Cristiano desde el año 2012, por la sola gracia del Señor, con fuertes convicciones Calvinistas, Bautistas Particulares y de la Reforma Protestante Histórica y Confesional. Casado con Manuela, sin hijos aún. Abogado y traductor. Preparándose actualmente para el Ministerio bajo la dirección del pastor César García, mientras sirve de forma activa en la obra local.