La Armadura de Dios

La Armadura de Dios

Las Diez Plagas de Egipto - Infografías Teológicas de IBGR Pereira

La Armadura de Dios

7 herejías del Señor Jesucristo

Un poco acerca de esta infografía

Efe 6:13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.

1) LA VERDAD

Efe 6:14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad…

Es esencial pensar en la verdad como toda la revelación de Dios en Su Palabra. Definiéndola de esa manera podemos decir que la verdad es la raíz de nuestra doctrina, el pilar de nuestra fe, la norma de vida, y el punto de apoyo de cualquier respuesta de parte nuestra ante las asechanzas del enemigo.

Recuerda usted, ¿cuál es el instrumento favorito de satanás para inducirnos al pecado? ¡sus mentiras!. ¿Y el nuestro para contrarrestarlas? ¡La verdad revelada!; sigue que aquel que no ciña sus lomos –su vida- con la verdad de la Palabra, jamás podrá hacer frente ante las asechanzas del maligno. , pues escrito está: Porque nada podemos contra la verdad, sino por la verdad. 2 Cor 13:8 

Poco será lo que podamos hacer para defendernos de las mentiras engañosas del maligno, si a la verdad no nos sujetamos, y si con la verdad no sujetamos todo lo que hacemos. Si no nos abrochamos bien con la verdad, tarde o temprano seremos avergonzados por el enemigo con el que batallamos… pensar en un varón a quien se le caen sus pantalones por no sujetarlos bien con un cinto, nos ayudará a comprender bien la palabra vergüenza.

Así que para la batalla a la que somos llamados los creyentes, recordemos esto: guardémonos de ser avergonzados por el enemigo, librando una batalla en su contra no fundamentada en la verdad revelada por Dios; de ahí que por ejemplo, los pastores son llamados a usar bien la Palabra de verdad para no ser avergonzados Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad 2 Tim 2:15  

Luego de ceñirnos nuestros lomos con el cinto de la verdad, procedamos a cubrir todo nuestro ser con aquel regalo que Dios nos dio por su gracia: la justicia en Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

2) LA JUSTICIA

Efe 6:14 … vestidos con la coraza de justicia,

En la batalla que libramos como creyentes contra las asechanzas del maligno, jamás podemos perder de vista quiénes somos en Cristo. En Cristo hemos sido justificados por la gracia de Dios mediante la fe en Él. Eso implica que nuestros pecados han sido perdonados, que estamos en paz con Dios, que Dios mismo nos ve como justos (pues nos ve «en Cristo»), lo que a su vez implica que somos y seremos suyos para siempre.

Sin embargo, existen ocasiones en las que perdemos de vista, al menos parcialmente, la gloriosa realidad de que hemos sido recubiertos con la justicia perfecta del Justo, y que esto representa seguridad eterna y protección absoluta de nuestra alma. Es por eso que al enfrentar las asechanzas de Satanás, siempre tenemos que ser conscientes de que la justicia imputada con la que Dios nos ha revestido –y con la que ahora nos vestimos, cuál coraza– nos provee la certeza de que nada ni nadie, incluyendo al maligno mismo, podrá acabar con la nueva vida que esta coraza cubre.

La coraza de la justicia de Dios provee a sus hijos certeza y seguridad, gracias a su carácter perdurable y sólido. Así las cosas, podemos estar seguros que en la lucha contra las asechanzas del enemigo, siempre que estemos cubiertos con esta coraza, el enemigo podrá empujarnos y golpearnos, pero jamás traspasarnos: ¡la coraza de justicia que Dios nos ha dado es impenetrable, irrompible e indeformable!

Pero luego de equiparnos con la verdad y de concientizarnos de la realidad de nuestra justicia, ¿qué hacemos?

Nos ponemos las botas para ir prontos a proclamar el Evangelio.

3) EL EVANGELIO

Efe 6:15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.

A primera vista, la proclamación del Evangelio es un deber del creyente más que una «parte» de la armadura que pueda defender al creyente. Pero si está allí como parte de la armadura con la que siempre debemos enfrentar al enemigo, entonces es nuestro deber inquirir un poco más al respecto de porqué está allí.

Es bueno notar, primero: que el Apóstol en dos ocasiones insiste en «vestíos de toda la armadura de Dios«; no de una parte, sino de toda la armadura; y esto incluye el Evangelio. Segundo: el Apóstol asocia el mensaje del Evangelio con el adjetivo «apresto» que significa disposición, alistamiento, prontitud. ¿Acaso podríamos ir a la batalla en contra de las asechanzas del enemigo con desanimado, de mala voluntad, o en el momento que queramos? No; todo lo contrario, a la batalla debemos ir con paso firme, pero decidido; con paso seguro, pero dispuesto. A esa santa, pronta y dispuesta actitud de proclamar el Evangelio es a lo que el Apóstol Pablo hace referencia.

Muchos comentaristas interpretan este versículo de muchas maneras; yo prefiero interpretarlo de la manera más natural posible, y es esta: para la batalla debemos estar listos; listos ¿para qué?, preguntará alguien: ¡Listos para proclamar el mensaje de paz de Dios para con los hombres! Esta buena disposición para proclamar el Evangelio es un arma que Satanás teme debido a su eficacia: cada vez que lo proclamamos, nuestra fe se fortalece y las filas de sus seguidores se debilitan, según la forma en la que Dios lo haya establecido.

Pero ahora llegamos a un elemento defensivo de suma importancia: el escudo de la fe.

4) LA FE

Efe 6:16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe

Al usar la expresión «sobre todo», el autor inspirado no quiere decir algo así como «toma este elemento, aún si no tomas los demás«, o «este es el más importante de todos«, pues todos no sólo son importantes, sino que todos en realidad son esenciales para toda batalla en contra de las asechanzas del maligno. Dicho esto, la intención de Pablo es resaltar el papel fundamental de la fe en la batalla; tan fundamental, que de hecho pablo describe la fe usando la analogía de un escudo, sin el que ningún soldado jamás saldría a la batalla, o puesto de manera más contundente, sin el que ningún soldado tendría la más mínima esperanza de sobrevivir.

Si la espada es un arma para el ataque, el escudo es un elemento para la defensa.

En ese orden de ideas, Pablo parece querer resaltar de que sería imposible dar una pelea ante un enemigo sagaz, persistente y malicioso, sin defendernos usando el escudo de la fe. En virtud de las persistentes incitaciones del maligno para que pequemos (los dardos eran disparados de manera continua y persistente), del carácter incisivo de sus ataques (los dardos son siempre puntiagudos e incisivos), y del gran daño que estos pueden causar (los dardos que el apóstol tiene en mente eran humedecidos con combustible y disparados después de haber sido encendidos), cada soldado de Cristo no podrá salir a la batalla sin portar el escudo de la fe, con el que podemos apagar -detener, neutralizar, parar- todos los dardos de fuego del maligno. Efe 6:16

En términos prácticos, ante las asechanzas persistentes, punzantes e incisivas del enemigo, la mejor defensa es la fe en Cristo y en todo lo que Él ha revelado en Su Palabra. En otras palabras, los creyentes no salen a la batalla, ni dudando de la fe como conjunto de dogmas revelados por el Señor en Su Palabra, ni dudando de su fe en Cristo –en quien somos justificados y por quien somo más que vencedores, ni dudando de las promesas que aún están por cumplirse (fe es la certeza de lo que se espera, etc.)

Así que la actitud del creyente al tomar el escudo de la fe, en preparación para batallar en contra de las asechanzas del enemigo, debería ser la descrita por el Apóstol en su segunda carta a Timoteo […] yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. 2 Tim 1:12

El tiempo de la batalla se acerca; alistémonos, pues, poniéndonos el yelmo de nuestra salvación.

5) LA SALVACION

Efe 6:17 Y tomad el yelmo de la salvación…

Así como el Rey no sale a ser homenajeado sin antes vestir sus atuendos reales y su corona, así el soldado tampoco sale a la batalla sin vestir la armadura de Dios, y su yelmo.

Si pensamos en un soldado, el pasaje ha relacionado y descrito hasta este punto elementos que protegen desde sus pies hasta el pecho. Pero ¿qué de la cabeza? ¡Ahí es donde viene el yelmo! El yelmo es aquella parte de la armadura que tenía como función proteger la cabeza del soldado de golpes asestados por su enemigo usando armas cortopunzantes y/o contundentes.

Basados en un pasaje en el que el Apóstol asocia la esperanza de la salvación con un casco o yelmo ([…] habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo, 1 Tes 5:8 ) es fácil inferir que Pablo nos anima a salir a la batalla con la esperanza de la salvación en nuestras mentes; es decir, con la convicción de que la promesa que Dios nos ha hecho de salvarnos es irrevocable, inamovible e irreversible.

¿Se imaginan a un general que le prometiera a uno de sus soldados algo como «ve a la batalla que el enemigo no te va a arrebatar la vida«? ¡Tal general no existe, y si existe sería un total mentiroso! Pero nuestro general, de hecho, le asegura a sus tropas militantes –su iglesia, no sólo que todos ellos son más que vencedores en Cristo (Rom 8:37), sino que además nos asegura que la nueva vida que todos ellos tienen en Cristo, jamás podrá ser arrebatada por el enemigo (Juan 10:28-29)

Así las cosas, no importa si el enemigo golpea nuestra mente con el elemento cortopunzante de la duda, o si nos asienta un topetazo con la contundencia de sus engañosas artimañas, el yelmo de la esperanza de la salvación estará allí para protegernos. Si bien el Apóstol habla del yelmo de la salvación como la esperanza de la salvación, es importante aclarar que Pablo habla de esta esperanza, no como algo que no hayamos obtenido y que estemos esperando obtener (la salvación), sino como algo que ya hemos obtenido, más no en su plenitud. En ese orden de ideas,  al ponernos el «yelmo de la salvación» lo que efectivamente estamos haciendo, es resguardar nuestra mente de perder el foco de que después de la batalla –que dura lo que dura la vida del creyente– viene aquella consumación gloriosa de la esperanza de salvación, que no es otra cosa que la consumación del Ordo Salutis, por hablar en términos un poco teológicos.

¿Listo para salir a la batalla? ¡Bien! ahora toma la espada…

6) LA ESPADA

Efe 6:17 Y tomad …  la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;

Mucho podríamos hablar de la Espada, pero la palabra habla lo suficiente como para saber que es el arma que Dios le ha dado a los creyentes para la batalla que cada uno adelanta desde el día que el Señor los redimió. Recordemos que el contexto del pasaje es aquella armadura que debemos vestir para hacer el debido frente a las asechanzas del enemigo. Hago esta aclaración, porque creo que algunos comentaristas fallan, por instantes, en conservar el foco de sus comentarios al respecto de este versículo, sobre el punto de que la batalla es contra el maligno (Satanás), de manera principal.

Con esto en mente, digamos lo que apenas es evidente: el propósito principal de la espada es cortar o herir, en el más leve de los casos, y traspasar (matar), en el más grave. Partiendo de la base que nosotros no  podemos matar al enemigo de cuya fuente perversa provienen las asechanzas de las que me habla el texto, entonces sepamos que sí podemos herir al enemigo con la Palabra de una manera espiritual. ¿Cómo, pues, podremos hacer tal cosa? Mis hermanos, habiéndonos adiestrado antes de la batalla en el uso apropiado de la espada del Espíritu, estoy seguro que la herida más profunda que podemos asestarle al maligno que ama la mentira y que es llamado padre de mentira, es desvirtuar todas sus mentiras con la Espada de la Palabra.

No podemos rehusarnos a la responsabilidad que como soldados tenemos. ¡Somos llamados a vestirnos con la armadura de Dios y a empuñar la espada de Su Espíritu! ¿para qué, ¿acaso para que nos tomemos una «selfie» con un traje que no es nuestro, como lo hacen quienes visitan los museos? ¡No! somos llamados a vestirnos de Su armadura y a empuñar Su espada para que batallemos y con ella venzamos. La espada –al menos la espada del Espíritu- no es para ser limpiada, brillada, y guardada en su vaina. La espada es para ser empuñada con certeza, desenvainada con prontitud, y usada con habilidad y precisión en contra de las tentaciones, engaños y mentiras del maligno.

Pero antes de usar la espada del Espíritu hay que saber cómo usarla, y para un uso sabio de la misma no puede haber un mejor o más alto instructor que el Espíritu Santo, a quien el Apóstol se refiere como Aquel a quien dicha espada pertenece, y como Aquel que hace que el uso de esa espada sea eficaz en manos de los redimidos.

Entonces, hermanos, ¡aprendan a usar la espada y procedan a usar la espada!, pues Dios les ha dado la victoria en Cristo. ¡Úsenla para la extensión del Reino, ganando por la Espada del Espíritu almas para el Señor! y ¡úsenla para defensa de sus almas, protegiendo con ella esa «tan grande salvación» que Dios les ha dado en Cristo … si así la usan, la estarán usando conforme al propósito para el que la espada les ha sido dada, y la estarán usando para la gloria de Dios.

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2022-06-04T01:35:55-05:00

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