El dolor de tener familiares inconversos

Si existe un pensamiento que de continuo nos perturba después de haber sido salvos por la gracia de Dios, es el futuro eterno de aquellos a quienes amamos; sean estos padre o madre, hijos, hermanos o parientes cercanos, el hecho de pensar el futuro que les depara en su estado presente de oposición a Dios, no es nada agradable.

Se presupone que tal preocupación lleva al creyente no sólo a interceder por el ser amado cuyo estado espiritual le preocupa, sino a proclamarle el Evangelio de manera clara, precisa y persuasiva. Sucede que, en ocasiones, muchos creyentes son reacios a proclamar el Evangelio a sus seres amados porque temen un rechazo o no quieren indisponer sus estados de ánimo; pero si tu siendo salvo por la gracia de Dios, no lo haces, ¿quién lo hará por ti?; si como parte interesada en su salvación no lo haces, ¿qué otra persona podrá interesarse en la salvación de tu hijo o esposo como tú? El rechazo es muy a menudo 'arte y parte' de la proclamación del Evangelio, y la indisposición del estado de ánimo de aquellos a quienes amamos cuando les proclamamos el Evangelio, es frecuentemente una de sus consecuencias.

¡Oh, mis hermanos, quién -humana y prudentemente hablando-, repito, quién no haría todo lo que estuviera a su alcance para cambiar esos corazones, o quién no lo daría todo para que sus mentes fueran abiertas, o incluso, quién pudiendo dar su vida, no la daría para que nuestros amados hijos o venerados padres, pudieran abrazar a Cristo? Pese a todo lo que queramos hacer, en realidad no hay absolutamente nada que podamos hacer para traer salvación a sus almas, sino interceder por ellos e insistir proclamándoles el bendito Evangelio, que es poder de Dios para salvación Rom 1:16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. 

El Apóstol Pablo en el versículo de Rom 9:3 no expresa un deseo que él tiene de ser maldito para siempre con tal de que la nación judía fuera salva. La construcción gramatical del original griego NO proyecta la idea de un "yo quiero ser maldito para que mi nación sea salva", SINO aquella de "podría haber querido serlo, en el caso hipotético de que existiera tal posibilidad"; lo primero nos conduce a un deseo anormal en el que incurriría una persona, que siendo salva, quisiera ser condenada, mientras que lo segundo nos muestra el deseo de que ellos fueran salvos, el dolor al verlos endurecidos en sus corazones, pero, sobre todo, el amor de Pablo para con su nación.

Creo que el sentimiento del Apóstol lo compartimos muchos en nuestras esferas familiares. ¡Cuánta tristeza al ver aquel ser paciente, dulce y bonachón que nos dio a luz, no se despega de sus pensamientos idólatras!  y ¡cuánto dolor al ver a aquellos que son carne de nuestra carne y hueso de nuestros huesos, permanecen indiferentes a las cuestiones espirituales, como si a ellos nada malo les fuera a ocurrir! ¡Ay! mis hermanos, uno no sabe cuál de esas dos aflicciones es peor de soportar, si la de un hijo inconverso o si la de sus padres; ambas terminan en lo mismo, y a menos que a Dios le plazca intervenir de manera Soberana (conforme a su propósito eterno y secreto) ambas terminan en tragedia. ¡Quiera Dios tener misericordia de aquellos a quienes amamos y que aún no han abrazado a su Señor y Salvador!

Así que, termino esta reflexión de esta manera: al menos en lo que a mí concierne, quisiera hacer todo para que mis seres queridos fueran salvos, pero me rindo ante el Altísimo reconociendo que sólo puede hacer lo que Él me ha ordenado que haga: Mar 16:15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura (entre quienes están mi madre, hijos y otros familiares).

Ahora, eso que Él me ha ordenado hacer es lo único que está a mi alcance por hacer, luego lo hago de buena gana, y confiando de que esa palabra hablada (el Evangelio) ... no volverá a Dios vacía, sino que hará lo que Él quiera, y será prosperada en aquello para que la envió Isa 55:11 - Hermanos, si bien el versículo anterior no es una promesa de que cuando les proclamemos el Evangelio a nuestros seres amados, ellos se salvarán tarde o temprano, el versículo sí se debe convertir en un consuelo -en un enorme y profundo consuelo- de que el Evangelio que les proclamemos a ellos, siempre cumplirá el buen propósito que Dios tiene para con ellos... pese a las ansias que tenemos de saber cuál es ese propósito, no nos corresponde a nosotros conocerlo; sólo nos corresponde persistir en oración por ellos, ser fieles a Dios proclamándoles el Evangelio, y descansar sabiendo que Dios no se equivoca en su justo propósito para con ellos.

No podemos dar la vida por la salvación de nuestros hijos, ni tampoco sacrificarnos por aquella de nuestros padres. Pero lo que sí podemos hacer es no rendirnos de hablarles de Aquel que dio su vida en rescate por todo aquel que cree, y del sacrificio ofrecido para expiar los pecados y librarlos de la culpa.

Rom 9:3 Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne

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