Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré2 Samuel 22:3 ¡Cuánto consuelo traen estas palabras al creyente! ¡Cuán suaves y calmantes son las propiedades
bálsamicas de esta afirmación» Hermanos, ¿qué quiere decir Dios es mi fortaleza? La palabra en el Original Hebreo es חָסָה (trasliterada es Chacah) que transmite la idea de alguien que «busca un refugio» o que «huye buscando protección». Hermanos, el mismo Dios quien se convirtió en refugio de David, sigue siendo refugio para todos aquellos que buscan protección en medio de la persecución o de la fuerte tentación. El Dios que en la antigüedad fue propicio a Israel cuando muchas veces fue sitiado, continúa acogiendo, abrigando y protegiendo a los suyos miles de años más tarde. Cada vez que corres a Dios sabiendo que Él es tu
fortaleza, siempre -escúchame- siempre Él te amparará y jamás dejará que seas asaltado y vencido por quien busca tu caída. ¡Que jamás se nos olvide aquella promesa del Dios que es nuestro protector «nada ni nadie nos arrebatará de su mano»… Que jamás se nos olvide la fidelidad del Dios que es nuestro Salvador: Él es nuestro refugio en la roca y no nos dejará a merced del enemigo… Que ninguno de sus hijos pierda de vista esta verdad: cualquiera que sea el enemigo al que se enfrenten, o la circunstancia que atraviesen, Dios es «escudo alrededor de ustedes» y fortaleza infranqueable en la que el enemigo no puede entrar! Cuando la Escritura afirma que «Dios es nuestra fortaleza» la idea es la de un fuerte seguro, o la de un castillo totalmente impenetrable en el que podemos descansar confiados. Los creyentes somos asediados a menudo por «las cosas del mundo» y sitiados muchas veces por el enemigo de las almas. Creyente, no esperes a ser traspasado por la espada del enemigo. No te quedes inmóvil para ser herido por quien quiere la destrucción de tu alma… ¡Corre a los brazos del Dios que jamás dejarán caído al justo! Él es tu fortaleza. ¡Busca refugio ahora de las muchas aguas, y no esperes a que ellas te lleguen al cuello para clamar ayuda! Él es tu socorro, confía en Él. El Dios que le ha ordenado a su pueblo a orar, jamás dejará de cumplir su promesa de socorrerlos cuando a Él clamen. El Dios que ha dicho «Clama a mi y yo te responderé» es el Dios que en respuesta a las oraciones de sus santos, siempre desnudará su brazo de poder para jamás permitir que caigan y no se levanten de nuevo.

¿A qué enemigo en la tierra o en los infiernos hemos de temer si Dios Hijo es nuestra Roca y nuestro Libertador, Dios Padre es nuestra Fortaleza y nuestro Castillo y Dios Espíritu Santo es nuestro consolador? Quiera el Señor darnos su gracia para que, no tanto en los buenos momentos de nuestras vidas, sino en
los borrascosos, podamos repetir con plena certeza las mismas palabras del salmista Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré2 Samuel 22:3

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