Consciente o inconscientemente percibimos el número de personas que entran al local de la iglesia semana tras semana. En ocasiones lamentamos la ausencia de hermanos, y en otras oportunidades, nos vemos animados por la compañía de amigos o familiares a quienes hemos extendido una invitación evangelística. Sea cual sea el caso, es indiscutible que el número de asistentes parece tener un efecto sobre algunos creyentes… alentador o desalentador, en proporción al aumento o a la disminución de personas en el local en el que la iglesia se reúne.

Surge ahora una pregunta…

¿Dice el número de personas que asisten a los cultos públicos algo de la bendición de Dios sobre una iglesia?

Si el número de personas que asisten a los cultos públicos programados por la iglesia es elevado, no pocas personas estarán felices y convencidos de que Dios está bendiciendo esa iglesia. Dos de las frases más comunes a manera de preguntas, son: “¿Vez cómo Dios está bendiciendo el ministerio de la Palabra?”, o, «¿No crees que Dios nos bendeciría de esta manera, si aquí no se predicase una sana doctrina?»

Lo que deseo expresar es que lamentablemente no son pocas las personas que creen que el número de personas de una congregación es una señal Divina de la presencia de Dios en un lugar, o en términos de los ejemplos citados anteriormente, la aprobación Celestial de un pastor o de su ministerio. Pero ¿son esas inferencias correctas, o más aún, bíblicas? Lamento decir, No. ¡No lo son!

Un breve ejemplo nos puede ayudar a ver el punto:

Suponga que una ciudad hay mil personas que profesan la fe en el Señor Jesucristo, y sólo dos ministros que proclaman la Palabra. Ahora bien, suponga que el ministro “A” les promete a los asistentes prosperidad, sanaciones, milagros, riquezas, etc. mientras que el ministro “B”, por el contrario, sólo los llama al arrepentimiento y les recuerda la «cruz que deben tomar», los sacrificios que deben hacer y el servicio que al Señor le deben prestar.

Si bien una intervención poderosa del Señor puede hacer que todas las mil personas asistan a la iglesia presidida por el ministro «B«, la realidad es que, en su estado natural, las personas suelen agruparse en torno a aquellos que son afines a sus deseos carnales y mundanos. La Palabra nos habla de eso de manera clara “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros (con sus respectivos seguidores) conforme a sus propias concupiscencias.2 Timoteo 4:3

Nota: De hecho, el efecto de buscar maestros conformes a sus concupiscencias no es exclusivo de los círculos carismáticos y pentecostales. En los «círculos reformados» se está presentando en cantidades notables: muchas de las personas que tienen cierta afinidad con las doctrinas de la gracia y con la soteriología reformada, prefieren reunirse en una iglesia cuyo ministro no estorbe su pecado, no recalque el carácter fundamental de la Ley Moral de Dios, y no se adhiera al principio regulador, que reunirse en una iglesia bíblica confesional que se adhiere a aquellos distintivos que caracterizan las iglesias reformadas.

Así que, retomando el ejemplo de las mil personas, aún si todas las mil personas se apretujan mutuamente domingo a domingo en un lugar donde se profese la fe cristiana, es menester recalcar que ese número no se constituye para ningún creyente –al menos serio y con discernimiento, en una marca de la Gracia de Dios obrando en ese lugar. Ese número es marca de la soberanía de Dios en última instancia, pero insisto, no necesariamente de Su gracia obrando en esta multitud; luego, si un número no puede ser correlacionado siempre con la gracia de Dios, entonces creo que todas las iglesias deberíamos ser más prudentes y cautelosos en contar el número de personas como una bendición.

OK -se preguntará alguno- ¿Entonces el número de personas en la iglesia sólo tiene que ver con la soberanía de Dios?

La Soberanía de Dios y la responsabilidad de las iglesias locales en el número de personas que asisten a los cultos de adoración.

Sin embargo, debemos tener cuidado en este punto. Existen algunas iglesias que se apoyan tanto en la soberanía del Señor, que lamentablemente pierden de vista el papel que juega la responsabilidad de los miembros en el aumento o la disminución de personas que se congregan con la iglesia. En otras palabras, si bien el proceder soberano del Señor es en última instancia la causa primaria de todo lo que ocurre, incluyendo el número de personas que atienden a los cultos, como congregación bíblica no podemos desconocer algunos aspectos: La fiel predicación de la Palabra, la gracia para predicar dada por Dios al maestro de la iglesia, el cuidado de las ovejas del Señor por parte de los ancianos, el testimonio de la iglesia, el amor entre ellos, el buen testimonio de ellos para con los de afuera y la hospitalidad para con quienes los visitan, entre otros, juegan un papel instrumental en el aumento o disminución de personas. Se resalta el punto: Si bien cuestiones como estas no son la causa primaria de que se reúnan más personas con la iglesia durante los cultos públicos, en última instancia sí pueden incidir, positiva o negativamente, de algún modo en ese número.

5 cosas que podemos hacer y que afectan positivamente nuestras iglesias

  1. Recordarnos los unos a los otros, tanto de nuestras responsabilidades y deberes, siempre teniendo en cuenta que lo hacemos, no para que Dios aumente el número, sino para glorificarle en obediencia a Su Palabra.
  2. Orar para que el Señor bendiga nuestra iglesia con más gracia manifestada en más conversiones, mejor mayordomía, servicio más activo y santificación. Pidámosle al Señor que conforme sea Su voluntad, Él magnifique nuestros débiles esfuerzos.
  3. Animarnos los unos a los otros a continuar laborando en la extensión del Reino
  4. Proclamar el Evangelio constantemente.
  5. Ser corteses con las visitas; mostrar interés y amabilidad nunca causan daño, y por lo general, son de provecho para los visitantes.

4 cosas que afectan negativamente nuestras iglesias

  1. Buscar aumentar el número de personas que asisten a los cultos públicos por medio de prácticas ajenas a la Escritura (pragmatismo).
  2. Dejar de predicar todo el consejo de Dios por miedo a que el número de asistentes rebaje, o predicar un «Evangelio» que no llame tanto a la fe como al arrepentimiento.
  3. Ser negligentes con la Gran Comisión del Señor Jesucristo de predicar el Evangelio a todas las criaturas.
  4. Apatía quienes visitan la iglesia, e indiferencia por los perdidos.

3 asuntos a manera de resumen

  1. Dios bendice la fidelidad de Su iglesia
  2. Dios no está obligado a hacer crecer en número a cada una de sus iglesias locales.
  3. Puede que el número de personas en una iglesia sea una muestra de la bendición del Señor, pero el punto es: no siempre o no necesariamente así es.

2 aspectos que no podemos olvidar

  1. Dios no ha llamado a Su iglesia a ser la más numerosa, sino a ser una iglesia fiel.
  2. No busquemos números; busquemos más bendiciones de Su gracia en conversiones y santificación,

1 último pensamiento…

Si a nuestro buen Dios le place aumentar el número de los fieles en nuestras congregaciones, ¡Alabado sea nuestro Dios, a Él sea la gloria! … pero si ese no parece ser el caso, ¡Alabado sea Su nombre!… continuemos ejecutando con ánimo las labores que Él nos ha encomendado, y estemos atentos en humildad a corregir cualquier cosa que pueda ser causa de Su desapruebo.

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