De la vida de Esteban se conoce poco, pero a pesar de eso, lo que el Señor nos da a conocer en su Palabra es suficiente. La pregunta es ¿suficiente para qué? Suficiente para desafiar nuestras vidas.

Esteban: Varón de buen testimonio

Lo primero que aprendemos de su vida es que era un varón de buen testimonio.

Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonioHechos 2:15

Tener un buen testimonio, en términos prácticos, significa portar y reflejar de manera constante y fidedigna, las virtudes y las gracias que hemos recibido del Señor. Una persona de buen testimonio es una persona que, de acuerdo con el significado de la palabra en el original griego (μαρτυρέω – martureō), testifica con sus palabras y obras de la gracia de Dios en él, del cambio que Dios ha hecho en él y del amor que Dios le ha dado.

Si queremos ser creyentes de buen testimonio, es deber darle a la oración y a la lectura y meditación de la Escritura, un lugar preferencial en nuestro diario vivir. Lectura y meditación de su palabra, para saber cuál es el modelo de vida que Dios traza en ella. Oración, solicitando Su gracia para vivir conforme a ese modelo de vida y conducta que Dios traza en Su Palabra.

Esteban: Varón lleno del Espíritu Santo

En segundo lugar, aprendemos de Esteban que era un varón lleno del Espíritu Santo

Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones… llenos del Espíritu SantoHechos 2:15

La llenura del Espíritu Santo no sólo es asociada en medios carismáticos con el éxtasis de hablar en lenguas, sino que aún en medios evangélicos conservadores el concepto es a menudo asociado con experiencias aisladas en la vida del creyente. Pero ambas interpretaciones fallan, cada una a su manera, en transmitir la realidad de la enseñanza bíblica.

Partiendo de la base de que en el momento de la conversión el creyente es bautizado una y sólo una vez con el Espíritu Santo –sellando así para siempre su unión en Cristo- la llenura del Espíritu Santo puede ser definida como la potente y constante influencia que ejerce el Espíritu Santo en la vida del creyente. En otras palabras, si se desea, la llenura del Espíritu Santo puede ser definida como la manifestación evidente de las gracias obtenidas por el Señor Jesucristo en la Cruz del Calvario y aplicadas de manera constante por el Espíritu Santo a la vida del creyente.

Una vida llena del Espíritu del Señor se conforma sin lugar a dudas a una vida llena de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22)

La llenura del Espíritu Santo, insisto, no es un acto espasmódico y aislado en el creyente, sino que debe ser un «estilo de vida» como bien lo observa John MacArthur.

Esteban: Varón lleno de Sabiduría

Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones… llenos de sabiduría … Hechos 2:15

Sabemos que la sabiduría es un don de Dios, y que esta gracia es una necesidad esencial (valga la redundancia) en la vida de cada creyente.

El Espíritu Santo nos insta en su palabra por medio del autor inspirado a «pedir de Dios sabiduría». Santiago 1:5 y nos alienta a que lo hagamos con la certeza que Él mismo «la otorgará a todos abundantemente y sin reproche…». Es natural inferir –y esto en relación con el punto anteriormente tratado– que un creyente lleno del Espíritu Santo es por necesidad un creyente sabio.

Ahora, ser sabio no significa conocer todo lo referente a un tema en particular. Por ejemplo, ser sabio, no significa conocer exhaustivamente toda la voluntad de Dios revelada en su Palabra, sino temer a Dios reverentemente a causa de Su majestad, de Su persona y de Su voluntad revelada en la Palabra. Dice el texto de la Escritura:

El principio de la sabiduría es el temor a Jehová, Salmo 111:10

Ser una persona sabia, es tener la gracia de Dios para entender, creer, obedecer y vivir conforme a aquellas verdades gloriosas que Dios nos muestra en Su Palabra. Ser sabio, por ejemplo, no significa conocer las demandas del Señor en su Palabra, sino tener la gracia para entenderlas y someter de manera voluntaria y gozosa, nuestras vidas en obediencia a ellas, para la gloria Suya.

El punto que quiero subrayar es este: puede haber conocimiento sin sabiduría. Por ejemplo, apartado de Cristo el hombre puede adquirir cierto grado de conocimiento de las verdades salvíficas, pero sólo «en Cristo» el hombre podrá tener la sabiduría para usar lo que conoce de esas verdades salvíficas para beneficio de su alma. Es por eso que tanto ateos como profesantes y «simpatizantes de la fe cristiana» tienen un conocimiento teórico de la Palabra de Dios, pero no cuentan con la gracia para creerla. De ahí es evidente que si no hay gracia para creerla, mucho menos la habrá para obedecerla y por ende, para vivir siendo guiado por esta bendita Palabra.

Esteban era un varón lleno, tanto de conocimiento Escritural como de sabiduría dada por Dios. De esta premisa, deseo sugerirle a usted como creyente (si lo es), que observe lo siguiente: Todos los creyentes deberíamos esforzarnos por estudiar, conocer y escudriñar la Escritura; en otras palabras, debería ser un deseo de todos los creyentes alcanzar un mayor conocimiento Escritural, claro está, guiados por el Espíritu Santo. ¡Creo que nuestras iglesias se beneficiarían enormemente si nuestros miembros se esforzaran un poco más por estudiar, conocer y escudriñar la Escritura para la gloria del Dios que la inspiró!

Esta sugerencia es aún más relevante en días como los que vivimos: días malos en los que la norma de vida y conducta en muchas «iglesias» no se fundamenta en la Escritura, sino en las revelaciones personales, en los sentires, en los sueños y en las profecías inventadas; días malos y marcados por un profundo liberalismo teológico; vivimos días de ignorancia y subjetivismo y nada podría defender mejor la casa de Dios que verdaderos cristianos que amen la piedad, que conozcan qué es lo que dice Su Dios en la Palabra, y que con la mansedumbre pero con el carácter de Esteban puedan decir «Así dice Dios…» Hermanos, si no hay conocimiento de las verdades Escriturales es imposible que podamos defender nuestra fe como lo hizo Esteban.

Dicho lo anterior, es claro que no sólo debemos esmerarnos por conocer qué es lo que dice Dios en Su Palabra, sino que debemos orar para que el Señor nos conceda la gracia para vivir conforme a lo que conocemos de Dios en Su Palabra.

Esteban: Varón lleno de fe

Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de feHechos 6:5

¿Cómo podemos discernir a alguien lleno de fe? Muchos podrán responder a esta pregunta «Los apóstoles tenían el poder para hacerlo y por eso quedó plasmado en la Escritura». Mientras que esta explicación podría ser cierta, yo me inclino más a creer que el testimonio de Esteban era un evidente reflejo, no sólo de que Esteban había creído en Cristo para salvación, SINO también, que sus obras reflejaban el sometimiento suyo a Cristo como Señor.

La Escritura dice:

Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Stg 2:18

Es muy lamentable, por no decir alarmante que una persona profese su fe en Cristo como Salvador, pero que sus obras no reflejen la fe de la que sus labios hablan. El anterior versículo evidencia la inseparabilidad entre la fe como gracia salvífica en una persona y el producto (palabras, pensamientos y obras) de dicha gracia salvífica en la vida de dicha persona.

Esteban, es pues, un claro ejemplo del creyente cuya confianza en el Señor Jesucristo y en sus promesas, no sólo es evidente, sino que es abundante. La evidencia de su fe la vemos no sólo en el testimonio unánime de la iglesia, sino de manera más práctica en el momento en el que él hacía esa hermosa, inolvidable y gloriosa apología de la fe cristiana antes de ser asesinado. Pero además de eso, en Esteban también observamos evidencia y abundancia de su fe justo en el momento más difícil de su vida, antes de morir, cuando exclamó con plena confianza e indubitable certeza:

Señor Jesús, recibe mi espíritu … Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió. Hechos 7:60

La fe de este varón «le acompañó hasta el fin». En medio de la tragedia, del desprecio, del odio y de los ataques, la fe de Esteban permaneció firme e intacta.

La certeza inequívoca (fe) que tenía Esteban de que Cristo es el Verbo de Dios sin lugar a duda fue obra del Espíritu Santo en el momento de su regeneración. Pero la plenísima e inquebrantable certeza que Esteban tenía en ese Cristo Salvador, su vida de impecable testimonio, su actitud valiente al enfrentarse a sus acusadores, el conocimiento que tenía de la Escritura y el coraje y la valentía al estar dispuesto a morir por la verdad, sólo proviene de la llenura del Espíritu Santo.

Es así como el creyente puede ser bautizado por el Espíritu Santo pero no necesariamente vivir lleno del Espíritu Santo. La vida de Esteban nos desafía a que este no sea el caso en nuestras vidas. De hecho la vida de este varón de Dios nos anima a que a causa de lo uno (de ser bautizados por el Espíritu Santo en nuestra conversión) podamos buscar abundar en lo otro (ser llenos del Espíritu Santo toda nuestra vida, hasta la muerte).

Esteban: Varón lleno de gracia y de poder

Y Esteban, lleno de gracia y de poderHechos 6:8

¿Será la llenura de gracia y de poder, algo exclusivo de Esteban? En cierta manera, sí… pero ¡permítame le explico! Lo más probable a lo que haga referencia el autor inspirado cuando usa la palabra «poder» es al poder particular otorgado por Dios a Esteban para hacer «grandes prodigios y señales».

Sin embargo, cada hijo de Dios es una persona, que bíblicamente hablando, debe estar llena «de gracia y de poder». No de «poder» para hacer los «grandes prodigios y señales» de Esteban, SINO de poder para resistir, batallar y vencer sobre todo aquello que nos incite a rebelarnos contra el Señor.

¿Acaso en la conversión, el Señor no nos ha libertado del poder del pecado y de la culpa del mismo? ¡Por supuesto! Podemos por ende afirmar que, habiéndonos liberado del pecado, el Señor también nos da la GRACIA (su favor inmerecido) para resistir al pecado, y el PODER (uno de sus atributos comunicables) para batallar en contra del pecado y para vencerlo. ¿En qué grado Dios nos concede estas bendiciones? En el grado en el que se las pidamos «en oración creyendo que las recibiremos».

El desafío con muchos amigos profesantes de la fe cristiana es que piden «poder» para todo menos para batallar en contra del pecado. Pero el «PODER y la GRACIA» que debemos pedir, debe ser, insisto, para obedecer a Dios, para resistir el pecado, para servirle, para testificar de Su nombre y para estar
preparados, dado el caso, para sufrir penalidades como soldados de Jesucristo, tal cual sucedió a Esteban.

Antes de terminar…

Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones… a quienes encarguemos de este trabajo.Hechos 2:15

¿Eres un cristiano que está dando un buen testimonio de la gracia del Señor en ti, en el trabajo y en casa? ¿Pueden notar aquellos amigos incrédulos que eres diferente a ellos, ¿que no haces las mismas cosas que ellos, y que no participas en sus malas obras?

¡Oh querido hermano! ¡Cuánto debes cuidar tu testimonio! Con tu testimonio glorificas a Dios, y testificas de Su poder sobre el pecado, pero con tu testimonio también puedes deshonrarlo. Debes tener sumo cuidado, porque como decían los puritanos ingleses… una profesión verbal de fe se constituye en una violación del tercer mandamiento («No mencionar el nombre de Dios en vano») cuando su vida contradice el modelo de vida del Dador de la fe que profesan tus labios.

En lo que respecta al servicio, también es pertinente agregar un par de observaciones. Para servir al Señor debemos ser llenos del Espíritu Santo… ¡Y esto no
sólo aplica para los pastores! ¿Podrá nuestro servicio ser de agrado al Señor si estamos andando mal, en virtud de que hemos contristado el Espíritu del Señor? Sobra responder esa pregunta retórica. Lo que no sobra, es recordarme y recordarle a que busquemos cada día la gracia del Señor, pues la necesitamos no sólo para vivir, SINO para obedecerle, servirle y testificar (como ya lo anotamos).

¡Qué hermoso sería si los hijos de Dios siempre anhelásemos ser varones y mujeres llenos de Su Espíritu! ¡Que hermoso sería si como hijos de Dios nuestras vidas siempre evidenciasen a diario la obra de Dios en nosotros! ¡Qué glorioso si el Señor nos concediese ser creyentes «de la talla de Esteban»; capaces de defender la verdad y gozosas de pagar el precio por hacerlo! ¡Qué gran bendición sería, si al leer la Escritura, siempre tuviésemos la plena convicción que debemos obedecerla sin demora alguna! ¡Qué maravilloso sería estar siempre llenos de fervor, de celo y de pasión por los asuntos Divinos!

¿Pero por qué no siempre esto es así? Una de las explicaciones que pueden ser esgrimidas es esta: Porque descuidamos los medios de gracia; al descuidar los medios de gracia nos debilitamos; al debilitarnos somos más propensos a caer; al caer, pecamos; y el pecado contrista al Espíritu Santo que habita en nosotros. Por tanto, pudiendo ser posible, no siempre andamos somos llenos del Espíritu Santo, y esto, por culpa nuestra: no hacemos uso de los elementos que Dios ha dispuesto para que sus hijos anden en victoria.

¿Cuán lejos puede estar un creyente de imitar a Esteban?

Amados, el estándar del servicio cristiano no es bajo, por lo que sugiero que debemos ser diligentes en discernir la causa nuestros vaivenes y al mismo tiempo, deberíamos estar siempre prestos en abrir nuestras bocas para pedir de Dios FE. Fe para estar más profundamente arraigados en la verdad de su Palabra sin importar cuáles sean las situaciones.

Creo que necesitamos la humildad para reconocer cuán frágiles y débiles somos, y al mismo tiempo, para elevar nuestros corazones al Señor pidiendo PODER de lo alto para la recia batalla.

Debemos reconocer que necesitamos SABIDURÍA a diario, y debemos ser solícitos en pedirla en oración con la plena convicción de que «Dios la da abundantemente y sin reproche».

Ahora sí, de regreso a la última pregunta… ¿cuán lejos podemos estar como creyentes de imitar a Esteban? La respuesta puede ser: Siempre estaremos lejos en la medida que no estemos dispuestos a «asediar» el Trono de Gracia de donde fluyen torrentes inagotables de Divina gracia para quienes se acercan a pedirlas.

Anhelamos la llenura de fe, de sabiduría, de gracia y de poder…? Vengamos a nuestro Padre confiados. Él tiene lo que necesitamos y a Él le agrada dar buenas cosas a sus hijos…

El modelo perfecto es nuestro buen Señor Jesús. Sin embargo, a Él mismo le plació dejar ejemplos en la Escritura para que los imitemos; y uno de esos ejemplos, digno de imitar de principio a fin, es el de Esteban: su vida estaba llena de GRACIA, SABIDURÍA, FE y PODER. ¿Puede ver estas gracias y bendiciones en su vida? ¿No? ¡Entonces pídalas de inmediato, pues son gracias a las que podemos acceder en oración, en virtud de estar «en CRISTO»

El Todopoderoso jamás nos negará lo que le pidamos, si lo que le pedimos tiene en mente su gloria y nuestra santificación.

¿Necesita gracia?

Heb 4:16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

¿Necesita sabiduría?

Stg 1:5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da (sabiduría) a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.

¿Necesita fe?

Mar 9:24 E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.

¿Necesita poder?

2 Ti 1:7 Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.

Así que, si bien reconocemos que de cierto modo la vida llena del Espíritu Santo de Esteban fue única, también afirmamos que de otro, no tenemos la llenura del Espíritu Santo de la que disfrutó Esteban, porque sencillamente no somos diligentes en aprovechar los medios de gracia y porque quizás no mortificamos la carne como debiéramos.

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