Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina» Tito 2:1

¿“Sana doctrina”?

Desde que tengo memoria, una de las expresiones más usadas en las esferas evangélicas es aquella de la «sana doctrina«. «Sana doctrina» por aquí, iglesias de “sana doctrina” por allá, etc. Pareciera ser que el único criterio –o al menos el más importante– para avalar o descalificar un ministerio, o para recomendar o no una iglesia, es si estos abrazan la «sana doctrina«.

Es apenas natural concluir que, si «todo» en el mundo evangélico parece girar en torno a la expresión “sana doctrina”, sería igual de relevante saberla definir tan explícita y correctamente como fuera posible. El punto es que gracias a la imprecisión en las definiciones de términos y expresiones por parte del carismatismo y del Neocalvinismo, y esto a su vez propulsado por el carácter subjetivista de muchos de quienes profesan la fe cristiana, la expresión «sana doctrina«, en la actualidad, no representa la realidad que debiera, sino que ha llegado a convertirse en una muy conocida y usada frase de cajón que ha perdido su valor.

¿Qué NO es sana doctrina”?

No es el propósito del autor sintetizar a continuación todos los posibles conceptos errados de «sana doctrina» que poseen todos los que profesan la fe en el Señor Jesucristo. Sólo se presentarán cinco (5) puntos con los que se pretende desestimar algunas ideas erróneas al respecto de la expresión «sana doctrina«, allanando así el camino para una correcta definición que se ofrecerá posteriormente.

1. “Sana doctrina” NO ES un calificativo subjetivo

Cuando se habla de «sana doctrina» se debe tener en mente que esta puede ser, y de hecho tiene que ser, «algo» verificable. Si usted usa con convicción la expresión «sana doctrina» para hacer referencia a las enseñanzas que manan de una iglesia, recuerde que la expresión contiene la palabra «doctrina» y que todas las doctrinas son, o no, verificables usando la Escritura. Por tanto, si decidimos usar la expresión «sana doctrina«, tengamos presente que esta expresión hace referencia a verdades bíblicas, y que estas verdades, proviniendo de Dios, son ciento por ciento verificables y comprobables usando la Escritura.

Luego, si estamos en medio de una conversación en la que la expresión «sana doctrina» es usada, cerciorémonos de aclarar que para que una doctrina reciba el calificativo de «sana», esta tiene que ser «bíblica» y, por ende, si es «bíblica», es totalmente verificable en la Biblia: no existe, pues, ni un pastor de «sana doctrina» ni una iglesia de «sana doctrina» cuyas doctrinas no puedan ser cotejadas con exactitud y corroboradas con precisión en la Biblia.

Nota: que debido a sus variados prejuicios las personas puedan hacer bien este ejercicio, o no, es tema de otra conversación que requiere considerar cuestiones como por ejemplos fuertes presiones sectarias y, claro está, la Soberanía de Dios en todos estos asuntos.

2. “Sana doctrina” NO ES sinónimo de nombres conocidos o ministerios reconocidos

Tenemos la mala costumbre de asociar la expresión «sana doctrina» a nombres de pastores o ministerios. Y digo ‘mala’ porque es como si tratáramos de observar los vívidos y hermosos colores de un paisaje mientras llevamos puestas unas gafas deportivas de tinte azul o negro; es como si tratáramos de mirar algo con un filtro. Queramos admitirlo o no, muchas de las doctrinas que pasan por el filtro del hombre –sin importar cuán piadoso sea el tal– adquieren cierto tinte o matiz. Por ejemplo, la historia de la Iglesia nos ha enseñado que hombres piadosos a lo largo de los años han dado a ciertas doctrinas y pasajes un matiz que dista del propósito del autor inspirado. Estos hombres han sido usados por el Señor, y damos gracias a Él por ellos, pero su entendimiento de algunas doctrinas no fue el más acertado de todos. De hecho, muchos de los Padres tuvieron una comprensión tan extraña de algunas doctrinas que hoy día dudaríamos en recomendarlos como referencias de las mismas.

¿Cuál es el punto con el anterior ejemplo? El punto es que no haríamos bien diciendo «este pastor o este ministerio es de ‘sana doctrina'» apoyándonos en la falacia de la Autoridad Ciega. Esta falacia argumenta que en virtud de que «el pastor X» es prominente y muy famoso, entonces todo lo que él diga es cierto. Hermanos, al creyente promedio a menudo le da pereza leer la Escritura y, mucho más, escudriñarla; a tal perezoso le queda más fácil adherirse a esta falacia para decir «este pastor es de ‘sana doctrina'», que escudriñar la Escritura y cotejar si en realidad lo es, o no.

Si bien tendemos a asociar a hermanos como Charles Spurgeon, J.C. Ryle, Matthew Henry, John Owen, etc. con “sana doctrina”, jamás debemos tomar por sentadas las posiciones de estos hermanos sin antes compararlas con el estándar de la Escritura. Un pastor o una iglesia son de «sana doctrina«, no en virtud de su fama, sino de cuán verificables por la Escritura sean sus enseñanzas. En otras palabras: puede que verdaderamente un pastor eminente o conocido abrace la «sana doctrina«, pero no necesariamente abraza la «sana doctrina» en virtud de su fama o renombre.

3. “Sana doctrina” NO ES sinónimo de la enseñanza de la Trinidad

Quizás este sea, de lejos, el caso más popular entre quienes comúnmente usan la expresión «sana doctrina«, sin mucho discernimiento.

El trasfondo carismático suele equiparar la «sana doctrina» con la enseñanza de la doctrina de la Trinidad. Si la enseñanza de la Trinidad –dicen ellos– es enseñada por tal iglesia, entonces debe ser una iglesia de «sana doctrina». No sé cuántas veces usted ha escuchado el anterior argumento, pero este autor, junto con otros hermanos y pastores, lo hemos escuchado un sinfín de veces. Si bien no podríamos atribuirle el calificativo de «sana doctrina» a un pastor o a una iglesia pentecostal unicitaria (aquellos que niegan la Trinidad), tampoco podríamos referirnos como iglesias o pastores de «sana doctrina» a todos los que sí profesan esta doctrina básica de nuestra fe.

La falacia típica del argumento de quien piensa que debido a la enseñanza de una o más doctrinas fundamentales una iglesia puede ser denominada de «sana doctrina», recibe el nombre de Falacia de la escogencia selectiva.  Dicha falacia se apoya en la presentación selectiva (o acomodada) de algunas evidencias, pero a la vez en la negación de aquellas que contradicen la postura alegada.

Es un grave error asociar la “sana doctrina” con una congregación que profese su adherencia a la doctrina de la Trinidad. ¡Hacerlo sería un descalabro!, pues conocidas “iglesias” apóstatas creen en la Trinidad y enseñan la Trinidad, y es apenas obvio que eso no las hace iglesias de «sana doctrina». ¡Así que no! Aunque la doctrina de la Trinidad tiene que ser, y de hecho es, parte esencial de la «sana doctrina», ciertamente no se puede constituir en la única doctrina que determine si en una congregación se predica la “sana doctrina”.

4. “Sana doctrina” NO ES sinónimo de perfección doctrinal

Si vamos a escoger la perfección doctrinal como criterio para recomendar una iglesia, podríamos caer en el problema (¿pecado?) de no poder recomendar a alguien que en verdad necesita congregarse una iglesia de «sana doctrina» en absoluto, simplemente porque los matices que nosotros les hemos dado a ciertas cuestiones del dogma cristiano son diferentes a los de ellos. El meollo del asunto radicaría en establecer parámetros bíblicos puntuales (no confunda esto con la perversidad del triage doctrinal) que nos permitan establecer si las doctrinas enseñadas en una iglesia, pese a diferir con ella en ciertos aspectos, son sanas, como reza la expresión «sana doctrina«.

Entonces, pese a cualquier dogmatismo con el que digamos abrazar nuestras convicciones reformadas ortodoxas, o pese al fervor con las que enseñemos nuestros distintivos confesionales históricos, nunca podremos decir que somos perfectos en la comprensión y enseñanza de la doctrina revelada, y que por tal razón somos sólo nosotros y los que crean exactamente lo mismo que nosotros los únicos que podemos llevar el estandarte de la «sana doctrina«.

Es imposible no mencionar este punto, pues, por ejemplo, aunque estoy plena y absolutamente convencido por la Palabra que el bautismo es exclusivo de los creyentes y no de los infantes, a muchas de las iglesias «reformadas continentales» y presbiterianas que conozco jamás dudaría por un segundo en recomendarlas, incluso por encima de las bautistas, incluyendo algunas particulares.

Un cristiano que anhele congregarse (de otra manera ni siquiera podría ser llamado cristiano), pero que no encuentre una iglesia en su localidad que se adhiera en su totalidad o en la mayor parte a lo que él o ella cree, debería ser sabio para discernir la naturaleza de las diferencias, y humilde para dar gracias por esa iglesia, si es que dichas diferencias no atentan en contra de la sencilla definición de «sana doctrina» que a continuación presentaremos.

En lo que respecta a iglesias que enseñan y practican la «sana doctrina«, pero con las que tenemos ciertas diferencias de índole doctrinal, debemos ser, además de objetivos y cuidadosos, muy humildes.

5. “Sana doctrina” NO ES el Evangelio

¡Por supuesto que la «sana doctrina» por necesidad incluye el Evangelio! Pero exegéticamente hablando no se puede equiparar la sana doctrina con el Evangelio, como lo afirman los ecuménicos y Neocalvinistas, entre otros. Algunos de ellos definen «sana doctrina» como la verdad sobre la que se sustenta el cristianismo: la justificación por gracia, por medio de la fe; otros, como «aquella enseñanza que exalta a Cristo alto, y echa al pecador bajo». En mi opinión, ambas definiciones son correctas… sólo que parcialmente. La sana doctrina no es una expresión que denota una singularidad, o que hace una particularidad de «una entre tantas».

Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina» Tito 2:1  

Imagínense a Pablo, después de hablar de la Ley (Gálatas, aprox. en el año 50 d.C.), o después después de enfatizar la importancia de una correcta escatología (Tesalonicenses, aprox. en el año 52 d.C.), o después de enseñar la justificación por fe (Romanos, aprox. en el año 56 d.C.),  o después de enseñar aspectos muy prácticos de la vida cristiana (Filipenses, aprox. en el año 60 d.C.), o después de enseñar algo tan crucial como lo es la mortificación del pecado (Colosenses, aprox. en el año 61 d.C.), ahora venga a decirle a Tito (aprox. en el año 64 d.C): «Oye, Tito, sólo proclama el Evangelio, pues a eso me refiero yo cuando digo sana doctrina«. ¡Eso sería atribuirle a Pablo una actitud minimalista que el texto no nos permite inferir! Eso sería lanzar la integridad de la Escritura por el suelo; hacer dentro del Canon inspirado un Canon seleccionado.

¡No! La idea de Pablo como autor inspirado no era exclusivamente el Evangelio, pues de haber sido así hubiera usado la palabra εὐαγγέλιον (Euaggelion = Evangelio), la cual usó al menos 65 veces en sus epístolas. Lo que Pablo tenía en mente al usar la expresión «sana doctrina» era que Tito, como ministro del Señor, siempre predicase toda la verdad revelada que siempre es de beneficio para el pueblo de Dios.

No es sabio adoptar una actitud minimalista o reduccionista al respecto de la doctrina.

¿Qué es «sana doctrina»?

Como dijo un teólogo conocido, «sana doctrina» es una expresión que hace referencia a verdades, actitudes y acciones que corresponden con la verdad bíblica y se basan en ella. Esa definición es un poco más precisa, pero, en mi opinión, aún es incompleta.

Para ir al punto, la expresión «sana doctrina», condensadamente, hace referencia a toda enseñanza que, corroborada con la Escritura, refleja la verdadera naturaleza del Dios revelado en la Persona de Jesucristo, a fin de que vivamos como Él mismo lo ordena en cada área de nuestras vidas. Específicamente, hace referencia al conjunto de doctrinas de la Escritura que magnifican la Persona y Obra de Cristo, que resaltan la Soberanía de Dios en la salvación, que sostienen la validez de la Ley Moral como norma de vida, que abogan por una adoración regulada y que promueven una vida piadosa, obediente, sacrificada y activa en el servicio integral al Señor.

Parámetros recomendados para determinar si una iglesia es de sana doctrina

Una iglesia de sana doctrina es una iglesia evangélica que se abraza las siguientes doctrinas y principios:

  • Las 5 Pilares de la Reforma Protestante
    • Solo Cristo / Solo Fe / Solo Gracia / Solo Escritura / Solo la Gloria es del Señor
  • Las Doctrinas de la Gracia
    • Depravación Total / Elección Soberana / Redención Particular / Gracia Irresistible / Preservación y Perseverancia de los Santos
  • La validez de la Ley Moral de Dios
    • Como norma de santificación dada por Dios a Su pueblo
  • El Principio Regulador de la Adoración a Dios en el Culto Público
    • Adoración reverente sólo conforme a lo revelado por el Señor en Su Palabra
  • El Cesacionismo
    • Rechazo de plano a los oficios de apóstoles (hombres y mujeres), profetas, profetizas, salmistas, mujeres pastoras, y similares; así como a que actualmente el Espíritu Santo habilite a cualquier persona para el ejercicio de cualquier don revelacional o extraordinario (lenguas, visiones, sanaciones por imposición de manos, etc.)
  • El Creacionismo
    • Aboga por una interpretación natural y literal de la creación en el libro de Génesis.
  • Escatología Amilenial
    • (Preferencialmente), o Postmilenial, en su defecto.
  • Teología Pactual Bautista
    • (Preferencialmente), o Presbiteriana, en su defecto.

A muchos hermanos en este punto no les gustará la mención de las denominaciones o las precisiones en los puntos listados como referentes de una sana doctrina. El punto es este: en una cristiandad minimalista, subjetiva y con temor a ofender susceptibilidades al ser claros definiendo un aspecto de la fe cristiana, es muy importante ser preciso, pues así fue Dios al revelarse en Su Palabra.

Entre más vaga e imprecisa sea la definición de sana doctrina, más podrán seguir diciendo aquellas iglesias que no tienen una sana doctrina, que son una (iglesia) de sana doctrina.
Pastor César García

Conclusión

Por terminar, no ha sido mi deseo entrar con microscopio a examinar los más mínimos detalles. Como he dicho, hay matices de iglesia local a iglesia local que no terminarían de ser examinados jamás si a ellos nos propusiéramos. La intención ha sido, más bien, colocar sobre la mesa del juicio de nuestro entendimiento los aspectos mínimos y básicos que deben ser fundamento de una iglesia local que desee portar sobre sí el rótulo de Sana Doctrina. De igual forma he incluido al final doctrinas opuestas como parte del concepto global de Sana Doctrina, como es el caso de la Teología Pactual Bautista y Presbiteriana, por cuanto, si bien hay notables diferencias, en esencia hay un común denominador pactual fácil de hallar; si bien hay notables diferencias e implicaciones entre el amilenarismo y el postmilenarismo, en esencia hay un común denominador escatológico posible de encontrar.

  1. Si queremos ser fieles al Señor, buscaremos definir cada cosa según la Regla Infalible que Él nos da dado en Su Palabra. Él es el que definió que la creación era buena y que no era bueno que Adán estuviera solo; Él fue el que dictaminó qué es el pecado y, por lo tanto, que es la santidad, y de igual manera, solamente Él puede definirnos qué es la Sana Doctrina verdaderamente. La tradición puede ayudar, pero es falible; la eminencia puede llegar a influenciar, pero con todo no es en el hombre en quien debe reposar nuestra confianza; nuestra razón puede ser un regalo Divino, pero jamás la fuente inequívoca de nuestro conocimiento. Solamente la Escritura tiene el poder de enseñarnos qué es la Sana Doctrina: y recordemos que añadir o sustraer de ellas es algo que el Señor aborrece.
  2. Debemos tener presente también que, si bien una iglesia que carezca de este tipo de características no puede ser denominada (al menos no en su totalidad) como una congregación de Sana Doctrina, eso no significa necesariamente que no sean parte del pueblo del Señor. Hay cristianos débiles, carentes de grandes grados de fe y con un entendimiento no muy preciso dentro de la viña del Señor. Pero ello, aunque nos lleva a amarlos, no nos puede llevar a transigir la verdad del Señor. El pecado no puede ser llamado algo bueno por el amor que yo le tenga a aquel que lo cometa, y así mismo los errores doctrinales que contradicen las doctrinas sin las cuales sería deshonesto usar el término «Sana Doctrina», no pueden ser modificadas tampoco con base en la caridad cristiana, menos aún cuando hay evidente obstinación en tomar un camino contrario.
  3. Finalmente, recordemos que la si bien no estamos hablando de perfección, sí estamos aludiendo a un cada vez mayor compromiso en credo y práctica con la Palabra de Dios. Entre más apegados estemos a la Escritura, de mayor Sana Doctrina seremos. Y la humildad, parte integral del ejercicio de la Sana Doctrina, así como la santa firmeza, serán características evidentes de ese crecimiento. Esto es lo que debemos procurar. Incluso si otros optan por quedarse atrás voluntariamente, es nuestro deber crecer y crecer más y más en una fe más bíblica, en una práctica más bíblica y en una adecuación más profunda al mandamiento de Pablo a Tito: «Pero tú habla lo que es de acuerdo a la Sana Doctrina».

El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. Juan 7:17

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