Hace tiempo no escribía al respecto de un asunto doctrinal. Ahora, no obstante, ciertas providencias me animan a hacerlo, intentando hacerlo en el mejor de los espíritus y para la edificación del cuerpo del Señor.

1Ti 3:11 Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo.

Mucho se ha escrito sobre este punto en particular, o mejor, sobre los requerimientos Divinos para los varones que han de ejercer el oficio de anciano o de diácono. Luego de haber señalado cómo debe ser un anciano y qué gracias evidentes debe ostentar piadosamente, el Apóstol procede a hacer lo mismo para con los diáconos.

Pero nuestro interés en este breve artículo no es el diácono, per se, sino dos requisitos relacionados con el varón que está siendo considerado para tan honorable oficio. El primero. El diácono debe gobernar bien su casa; es decir, la casa del diácono debe ser caracterizada por una piadosa gobernanza que refleja su autoridad, paciencia, amor y diligencia. El segundo, su esposa. Pese a que ella no participa del honor del oficio de su esposo, el Señor demanda que la conducta de ella sea ponderada por la congregación, cerciorándose así del cumplimiento de

1 Tim 3:11 Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo.

Creo que hasta este punto las verdaderas iglesias del Señor no tienen problema eligiendo a un diácono. Es decir, el pastor ve las gracias en un varón, habla con el varón, comunica estos asuntos a la membresía, la membresía considera en oración si el varón cumple con los requisitos Divinos, y también, si el carácter de la esposa se ajusta a 1 Tim 3:11. Luego, después de los procesos internos de cada iglesia, se nombra al diácono.

El problema puede venir después.

¿Cuándo? Cuando se note un incumplimiento de los requisitos por parte del oficial, o ¡también! de su esposa, si es el caso. Me explico: las gracias que Dios concede a un varón para que este ejerza el oficio de diácono no sólo deben estar presentes en el momento de la elección, sino que deben siempre estar vigentes mientras ejerza el diaconado; es decir, el diácono (y como lo hemos visto, su esposa) siempre deben estar en cumplimiento de los respectivos requisitos que Dios estableció para ellos en Su Palabra. Para el varón, 1 Tim 3:10; para su esposa 1 Tim 3:11.

En el momento en el que exista un distanciamiento del carácter que Dios demanda, bien sea del oficial o de su esposa, el pastor muy seguramente estará a su lado para ayudarlos y guiarlos. Pero en el momento en el que ese distanciamiento de los estándares bíblicos (de cualquiera de los dos) parece que persiste sin mejoría alguna, la iglesia en cabeza del pastor debería proceder a una piadosa y temerosa consideración al respecto de la sostenibilidad de ese varón en el oficio.

Para terminar…

Para deshonra de su propio testimonio, de sus familias, de sus iglesias locales y de la conducta que ambos (diácono y esposa) son llamados a mostrar para con los de afuera (quienes no pertenecen a la iglesia), es frecuente escuchar que algunos diáconos han descuidado sus casas, no gobernándolas bien; esto es, algunos diáconos han dejado de ejercer aquella autoridad que Dios les ha encomendado, y pese a continuar siendo hombres piadosos y justos, las conductas de sus esposas son vergonzosas, dignas de todo reproche, y contrarias a la demanda que Dios les hace en 1 Tim 3:11. Muchas veces las esposas hacen lo que bien les parece sin consultar a sus esposos, o los desobedecen cuando les han consultado, o se toman atributos que la Escritura no les concede, etc. el punto es que dichas conductas inapropiadas por parte de la esposa, no sólo se convierten en piedra de tropiezo para el ministerio del diaconado que su esposo ejerce, sino que potencialmente lo pueden descalificar.

¿Por qué? Por lo que mencionamos anteriormente… porque se espera que durante el tiempo que el oficio sea ejecutado, tanto el diácono como su esposa perseveren en cumplimiento de los requisitos establecidos para cada uno de ellos por Dios en Su Palabra; ahora bien, sabemos que ese sólo puede ser el caso, si la gracia de Dios abunda en ellos y los mantiene en cumplimiento de dichos requisitos.

Dios nos guarde a todos… a las iglesias en sus elecciones y en su discernimiento, y a sus oficiales en el cumplimiento de sus labores y en la buena gobernanza de sus casas.

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