Los cultos públicos de adoración a Dios en el Nuevo Testamento han sido, son, y deben permanecer sencillos, pero llenos de asombro por el Dios que adoramos y de reverencia porque estamos delante de su presencia.
En Gracia Redentora, los elementos del culto (oración, lectura de la Palabra, canto de Salmos e himnos, ofrendas, predicación de la Palabra, acción de gracias, bendición, etc…) están presentes, y la liturgia (el orden de esos elementos) se ajusta a una de las formas más antiguas del cristianismo.