La triste realidad de la rebeldía en algunos cristianos

Un verdadero cristiano, un verdadero hijo de Dios, siempre es manso como una oveja, y, por ende, jamás podría decirse de él o de ella que es una persona rebelde. La frase anterior sintetiza el pensamiento de quienes creen que un creyente puede ser desobediente, pero ¡jamás un rebelde! Parece ser que muchos creyentes aceptan resignados la realidad de la desobediencia como parte de su remanente de pecado, pero persisten en negar el carácter altivo y sublevado con el que desobedecen.

Así las cosas, y en aras de la brevedad, es menester aclarar los conceptos de rebeldía y desobediencia. Desobediencia es no hacer lo que la Palabra de Dios ordena, mientras que rebeldía es la actitud sublevada en contra del Dios de la Palabra; si bien ambas palabras son usadas a menudo por la mayoría de personas de manera intercambiable, sin querer forzar sobre el lector una cuestión de índole semántica, haríamos bien en pensar en la desobediencia más como el acto mismo de ir en contra de una autoridad o ley, mientras que la rebeldía la podríamos definir en términos de la actitud desafiante y altiva con la que se desobedece.

Un ejemplo claro de la anterior argumentación la encontramos en la primera parte de Deut. 1:43a, que muestra la desobediencia de los hijos de Israel al respecto de la orden de Jehová de no subir a la batalla en contra de los Amorreos (Y os hablé, y no disteis oído) -eso es desobediencia. Sin embargo, la segunda parte del mismo versículo Deut. 1:43b, evidencia la actitud sublevada y decidida con la que desobedecieron la orden de no subir a la batallar (antes fuisteis rebeldes al mandato de Jehová y persistiendo con altivez subisteis al monte) -eso es rebeldía. De esta manera, este pueblo no sólo desobedeció a Jehová (quien les habló, advirtiéndoles de no subir al monte para ir a la guerra) sino que fue rebelde al determinar hacer todo lo opuesto de manera altiva y sublevada.

Pero la pregunta del lector quizás es esta: ¿por qué tanto esfuerzo en diferenciar un par de palabras que están tan íntimamente relacionadas?, ¿de qué sirve tener en cuenta tan sutil diferencia? La respuesta la encontramos en la necesidad de diferenciar los matices de la desobediencia. Alguien podría argumentar que desobediencia es desobediencia y que dicho eso, no habría nada más que agregar. Creo que esa aproximación en el mejor de los casos es minimalista, y en el peor, incompleta y deficiente.
No es posible desconocer la realidad de la desobediencia por desconocimiento (p.ej. como cuando violábamos flagrantemente el Cuarto Mandamiento sin conocer el origen, la belleza, y el propósito de la Ley de Dios), y aquella de la desobediencia por rebeldía (p.ej. como cuando hay conocimiento de lo que dice la Ley de Dios al respecto del Cuarto Mandamiento, y pese a eso, usted hace lo que hacen quienes están bajo la condenación de la Ley); muchos otros ejemplos en esa línea de pensamiento podrían ser citados, pero por ahora bástenos ese para saldar el punto: si bien todos los casos a la postre son variantes de un mismo problema, que es la desobediencia, el agravante aparece cuando la rebeldía aparece en la ecuación; o puesto de otra forma, la rebeldía añade más pecado al pecado; quizás en palabras de Ralph Venning "la pecaminosidad del pecado se hace más evidente", o en palabras de Thomas Watson "el pecado se hace más grande".

Eso es lo que hace una actitud rebelde: añade más pecado al pecado y lo hace más repudiable y digno de la corrección Divina.

Y todo el anterior razonamiento se elaboró para llegar a este punto: el cristiano puede, con el paso del tiempo y la desatención a los medios de gracia, desarrollar una actitud desobediente a la Palabra de Dios, y rebelde para con el Dios de la Palabra. Si bien la manifestación de su rebeldía será solapada, pues no es su interés ser visto por la congregación como una persona que desobedece la Ley de Dios, su rebeldía poco a poco comenzará a manifestarse abiertamente, pese a sus esfuerzos para ocultarla.
Por ejemplo, le molestarán profundamente las observaciones del pastor al respecto de un asunto en particular como su puntualidad, su desánimo para cantar los himnos, su manera de vestir, su incorporación a la membresía, o similares; ¿Cuál es la respuesta típica del rebelde ante estos piadosos llamados de atención? El rebelde mostrará su oposición a tales observaciones/amonestaciones, persistiendo en llegar a destiempo, no vistiéndose acorde a lo solemnidad del culto público, rehusándose a cantar con más esmero y negándose a ser parte de la membresía de su iglesia local.
Pese a saber que dichas observaciones son sustentadas por la mismísima Palabra de Dios, el rebelde no solo desobedece dichas exhortaciones, sino que a la postre está desobedeciendo la autoridad con la que dichas observaciones fueron hechas, y lo hace con una actitud decidida y desafiante: ¡eso es rebeldía! ... rebeldía no es simplemente 'desobedecer con mansedumbre' o 'desobedecer en aparente neutralidad'; rebeldía ¡es desobedecer la ley o la autoridad con una actitud sublevada y levantada en armas!, por ponerlo de una manera pintoresca.

¿Acaso los creyentes que han caído en manos del pecado por el que fue castigado Satanás no caen en la cuenta de que tanto la oposición a la Palabra-Ley de Dios, es tan rebeldía, como la oposición a una exhortación del pastor que se basa en esa misma Palabra?, o ¿creen aquellos que tienen por costumbre oponerse a las amonestaciones pastorales, que quedarán exentos de culpa, simplemente diciendo "yo obedezco la autoridad de Dios, pero no la del hombre"? Amigo, si el pastor te exhorta a hacer algo que es bueno -desde luego, definiendo bueno de acuerdo con los estándares de la Escritura- y tu no procedes a hacerlo, eres un desobediente; pero si además de no hacerlo, persistes en oponerte, influencias a otros a que no lo hagan, y continúas desafiando de manera sublevada una simple exhortación, de ti bien se podrá decir que además de desobediente eres un rebelde y contumaz.

Si bien un creyente puede en ocasiones comportarse de manera rebelde, es claro que un verdadero creyente no persiste en su rebeldía, pues tal cosa iría en contra misma de la definición de creyente y de las implicaciones del cómo vive un creyente. Si la gracia de Dios en verdad circula por las venas del alma de una persona, se espera que tal persona se arrepienta, abandone toda rebeldía y regrese a una obediencia que testifique de la obra del Dios Trino. Si esto no sucede, del rebelde se podrá decir lo siguiente: La persistencia en su rebeldía es la evidencia indisputable de la carencia de gracia salvífica en su alma.

¡Qué triste es ver cómo se engañan algunos que profesan la fe en el Señor, creyendo que su oposición a una simple exhortación pastoral es sólo una oposición al pastor, cuando en realidad a quien se oponen de manera contumaz y rebelde, es a la Palabra sobre la que se apoyó el pastor para exhortarlos, y al Dios Santo, que comisionó a tal hombre!

Deu 1:43 Y os hablé, y no disteis oído; antes fuisteis rebeldes al mandato de Jehová, y persistiendo con altivez subisteis al monte.

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