¡Nos gozamos en la extensión del Reino del Señor!

Es difícil concebir la idea de un cristiano que no se goce del avance de la causa de Su Señor en todas las esferas de la vida. En lo que respecta al avance del Reino, nos gozamos en la plantación de más iglesias verdaderas, en la conversión de más almas, en la enseñanza de más doctrinas bíblicas, y en última instancia, nos gozamos de que el dulce y robusto sonido de la trompeta del Evangelio suene en más lugares recónditos donde antes sólo se escuchaba el estridente y molesto pitido del falso evangelio de la prosperidad.

Nos gozamos, también, porque el Señor ha sido bueno y ha permitido la formación de congregaciones con más comprensión de la Escritura, a partir de grupos de personas descontentas con las falsas doctrinas de sus iglesias. Son muchos los testimonios en los que, por ejemplo, el Señor ha permitido que uno de los hermanos escuche un sermón, y habiendo el Espíritu abierto su entendimiento, este hermano, ahora con una consciencia redargüida y gran gozo, le comparta ese sermón a otros hermanos con la esperanza de que también sean despertados del letargo. Con una o más variantes, el caso anterior representa por lo general el común denominador en la formación de grupos, que, en muchos casos, terminan por convertirse en iglesias años más tarde. Agradecemos al Señor por Su obra y nos gozamos por las bondades dispensadas para con todos los suyos.

Que los grupos sean diligentes buscando ayuda, pero sabios pidiéndola de las personas correctas.

Es muy común en los grupos de creyentes que se forman, producto del descontento con las doctrinas erróneas en sus antiguas iglesias, que el gozo inherente de un nuevo comienzo por las sendas antiguas se entrelaza con las dudas naturales de ciertas doctrinas y prácticas. Esto es apenas natural pues ahora se enfrentan a la realidad de tomar una postura al respecto de aquellas cosas en las que antes erraban.

Es pues de esta manera, como en el seno del grupo que se ha formado surgen dudas e inquietudes, tanto de índole dogmático (p.ej. ¿Por qué es relevante la Ley Moral para la iglesia del Nuevo Testamento?) como de índole práctico (p.ej. ¿Quién y cómo se administra la Cena del Señor de una manera honrosa?). Estas –y muchas otras preguntas afines– llevan a estos grupos a orar y a tratar de despejar sus dudas con la ayuda del Señor (al menos, eso es lo que uno esperaría), pero más temprano que tarde, entre ellos surge la necesidad de solicitar ayuda. Es en este punto donde afirmamos: pedir ayuda no es malo; no saber a quién se la piden, sí.

Alguien podría pensar que es mejor pedir ayuda y sobrevivir, que no pedirla y morir en el intento. Tal manera de pensar es una falacia lógica, pues no siempre nuestra supervivencia depende de la ayuda que recibamos de otros; en otras palabras, los grupos pueden seguir, persistir y sobrevivir como congregación sin ayuda del hombre, y así probarán la bondad de Dios y la guía que Él les imparte por Su Espíritu. Esto no quiere decir que los grupos harían mejor no pidiendo ayuda de otros que los preceden en la fe, ¡no!; sólo quiere decir, que su supervivencia no requiere la ayuda del hombre; de hecho, si la ayuda recibida no es la idónea, su supervivencia como grupo cristiano sí sería afectada seriamente.

Criterios para pedir ayuda

La conformación de una iglesia evangélica, partiendo de grupos de creyentes, es un asunto bastante delicado en muchos sentidos, pero en uno en particular: el nombre del Dios vivo está en tela de juicio ante el mundo incrédulo, por lo que, si no se hace bien desde el comienzo, el nombre del Señor será vituperado al final. Si lo que anhela de verdad un grupo de creyentes, a quienes la Providencia de Dios ha expuesto a las doctrinas de la reforma protestante, es honrar al Señor, entonces estos hermanos harán bien en pedir ayuda, pero harán aún mejor en inquirir con diligencia a quién se la piden. Para tal propósito, sería bueno que ellos establezcan criterios de adherencia –de parte de quienes reciben la ayuda– a una confesión histórica de fe; de igual manera es apropiado que se formulen preguntas al respecto de si quienes les ayudan, proclaman o no una sana doctrina. (Véase una definición de sana doctrina en este artículo.)

Advertencia: renombre no es sinónimo de fidelidad

Dicho lo anterior, es obvio que ni el renombre del pastor, ni la popularidad de su ministerio ‘en línea’, ni el seminario teológico en el que enseñe, ni tampoco cuántos sean sus seguidores en las redes sociales, son necesariamente los mejores referentes para aquellos grupos que quieren formar una iglesia, ni para aquellas iglesias que desean reformarse de acuerdo con la Palabra de Dios.

Buscar referentes doctrinales, es algo que de una u otra forma todos hacemos a lo largo de nuestro peregrinaje en el Señor; pero buscarlos y adherirnos a ellos sólo porque su apellido es Spurgeon, o Owen, o Poole, o Barnes, es faltarle al buen sentido, negarnos a pensar por nosotros mismos, y tratar de evadir la orden del Señor de Escudriñad las Escrituras Jua 5:39, y querer salir bien librados en el intento.

El problema para los grupos que desean reformarse, y cuyo criterio para buscar ayuda ha sido la fama del ministro y/o el renombre de su ministerio, viene cuando la enseñanza que reciben es novedosa, poco dogmática, permisiva en ciertas prácticas, y jamás registrada en los anales de la historia de la Reforma, entre muchas otras cosas que podrían decirse. ´

No son ni uno ni dos los ministros que han abandonado la ortodoxia confesional por la que una vez fueron conocidos. Los tales siguen gozando de la fama de lo fieles que fueron y no de lo que en realidad son; quizás una vez fueron conocidos por ser maestros bautistas confesionales, pero el punto es: ahora lo son de boca más no de hecho… y pocos se han dado cuenta de ello.

Así las cosas, si bien es de suma importancia mirar ‘su bagaje’ doctrinal en el pasado, es aún más importante mirar qué es lo que están enseñando en el tiempo presente. (Guardando el sentido común y toda debida proporción, un ejemplo claro podría ser el del Dr. Lloyd-Jones. No hubiera sido lo mismo pedirle al finado doctor una opinión al respecto de la manifestación de los dones extraordinarios del Espíritu en la iglesia justo antes de su muerte, que habérsela pedido 20 años antes de que él falleciera).

De Spurgeon, muchos han dicho «él nunca cambió su teología ni su postura en contra del liberalismo teológico» … hermanos, el punto es este: la ayuda debe venir de pastores e iglesias cuyo testimonio sea caracterizado por una continuidad en la ortodoxia cristiana y, por ende, en un confesionalismo avalado por la historia, o histórico.

Más desafíos para los incipientes grupos de creyentes que quieren constituirse en iglesia

Pero el problema de los grupos cristianos no se detiene en la mala escogencia al respecto de la procedencia de la ayuda que necesitan. Otro de los problemas inherentes a una mala escogencia es que, al recibir acompañamiento o ‘mentoreo’ de maestros y ministerios de renombre que se han apartado de la ortodoxia, estos incipientes grupos comienzan a tomar las enseñanzas que manan de sus referentes como verdades incuestionables que no necesitan de mayor examinación, pues “si ellos lo dicen, es porque así es”, o “si ellos lo hacen, es porque así lo han hecho por años en la iglesia”. Pero el asunto tiende por lo general a complicarse un poco más en este sentido: muchos de los referentes o mentores a los que comúnmente apelan los grupos cristianos que necesitan cierto direccionamiento, son de corte Neocalvinistas; personas que profesan la fe cristiana, sí; que predican el Evangelio, sí; que aman al Señor, no lo dudo; pero que a la postre han permitido que la mundanalidad se filtre tanto en sus doctrinas como en sus prácticas. Sepan los hermanos que buscan ayuda, guía, acompañamiento, direccionamiento — que Un poco de levadura leuda toda la masa Gál 5:9 y que aquello que dice 1 Tes 5:21 de Examinadlo todo; retened lo bueno, es imposible hacerlo cuando el vaso con agua que beben contiene el veneno del antinomianismo y, del ecumenismo por mencionar solo un par.

¿Consejos o advertencias para considerar?

A las iglesias que deseen ser ayudadas o guiadas en su proceso de reforma, o a los grupos en quienes Dios ha vertido la gracia y dado los dones para que se constituyan en iglesia, este es el llamado: oren, pidan la gracia de Dios por medio de la provisión de un buen discernimiento y no permitan que el renombre del predicador dicte el camino que ustedes deben seguir.

Si el camino propuesto por sus referentes es contrario a la Escritura, abandónenlo a él y no las enseñanzas de la Escritura; si el camino es diferente al registrado por los anales de la historia, abandónenlos a ellos y no hagan parte de aquellos que prefirieron la novedad por encima de la historicidad; y finalmente, si el camino propuesto por estos referentes no demanda sacrificio, servicio, compromiso, lealtad y una adherencia libre y gozosa a la Ley del Señor en su totalidad, es mejor que digan gracias y se aparten de quienes se han apartado del dogma de la Biblia, y de la práctica piadosa avalada por la historia del verdadero cristianismo.

Que tanto los incipientes grupos que desean honrar al Señor en la formación de una iglesia como las iglesias que desean reformarse, tengan cuidado con las palabras conciliadoras de los maestros que escogen como sus referentes en doctrina y práctica; sospechen de sus posturas, que rara vez colisionan con otras; de sus enseñanzas que tienden a ser políticamente correctas; de sus prácticas, que no siempre demandan un abandono de ideas ajenas a la Biblia, y ¡claro!, de las prebendas económicas que en muchos casos vienen con este acompañamiento… las tales, enceguecen el criterio de quienes son ayudados y nublan el juicio de quienes, en un comienzo, querían lo mejor para ellos y para sus grupos.

Tengan cuidado de personas, pastores, seminarios, iglesias e instituciones para-eclesiales Neocalvinistas: El error se esparce tan rápido como la pólvora; y si su grupo decide aceptar la ayuda de estas personas o movimientos, una vez que la mundanalidad de sus enseñanzas haga chispa en el seno de los hermanos, el incendio que se forma en medio de ellos casi nunca se puede apagar, y casi siempre, por el contrario, causa daños irreparables.

Lam 4:17 Aun han desfallecido nuestros ojos esperando en vano nuestro socorro; En nuestra esperanza aguardamos a una nación que no puede ayudar.

Así que… pedir ayuda no es malo; no saber de quién la pedimos, sí.

Que los grupos cristianos pidan siempre la ayuda de Dios, pero que, junto a esa rogativa de socorro, también pidan la gracia del Altísimo con el fin de poder discernir la idoneidad de la ayuda que brindan los hombres.

0 0 Votos
Califica el artículo